martes, 16 de septiembre de 2014

COMO UNA NOVELA
Critica 
Daniel Pennac

Este libro está lleno de reflexiones sobre los libros, la lectura y la enseñanza, por que plantea preguntas que debemos hacernos aunque no sepamos responderlas, ¿hay que leer?, ¿existen libros buenos y malos? Y sobre todo, porque es una lectura amena, estimulante y original.

Comienza planteando el problema del adolescente que no quiere leer. No es que se niegue, no es un acto de rebeldía; sencillamente no le gusta, se aburre. Los libros, que tanto le gustaban cuando era niño, se han convertido en unos interminables asuntos que no le interesan en lo más mínimo. Los padres responsables, y lectores dedicados, han hecho todo lo que hay que hacer: le leían cuentos antes de dormir, le apoyaban y ayudaban con los deberes, se preguntaban que había salido mal.

No cayeron en la cuenta de que en aquellas lecturas infantiles, además del placer de escuchar las historias, el niño encontraba una satisfacción aún mayor: compartirlas con sus padres. Incluso cuando comenzó a leer el, lo hacia acompañado y no por que le entusiasmaba leer, sino por descubrir que era capaz de hacerlo. Cada noche sus padres le abrían las puertas de un mundo de magia y fantasía, se adentraban en el con el niño de la mano, y todo ello por amor, sin pedirle nada a cambio.

Con el paso de los años, esos mismos padres que regalaban saber y fantasía comenzaron a prestarla con interés: el chico debe leer solo, debe comprender lo que lee y debe mostrar lo que ha hecho, debe hacerlo todo por su propia cuenta. La culpa es de la enseñanza actual y sus reformas, de las clases modificadas, de los profesores desmotivados. Es cierto que el colegio no transmite a los jóvenes la pasión por la lectura, pero es una institución y las instituciones no saben de pasiones. A menos que el alumno tenga la fortuna de toparse con un profesor inspirado, no será en la escuela donde se enamore de los libros.

Pero nosotros que leemos y que queremos inculcar en nuestros hijos y alumnos el amor por los libros, en lugar de mostrarle nuestra pasión y dejarles que desarrollen libremente la suya, nos limitamos a contar el testimonio de su grandeza: hablamos sin parar del libro en lugar de dejar que el libro hable por sí mismo.


Y eso si leemos, porque no tenemos tiempo para leer el gran problema; el tiempo. Para Pennac, quien plantea el problema del tiempo para leer, lo que no se tiene son ganas; el tiempo para leer, como el tiempo para amar, siempre aparee cuando de verdad  se busca, así será el tiempo dedicado a la lectura como para el amor.

“EL DERECHO, EN DEFINITIVA, A LEER EN LIBERTAD Y POR PLACER”

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